Holiis! Mil perdones
por el atraso, pero aquí esta, la tercer parte de este hermoso libro :D Dentro
de muy poco subiré todo el libro en PDF para descargar…
Ciudad de Nueva York,
1993
La vida de los
brujos era una de inmortalidad, magia, glamour y entusiasmo a través de las
eras.
A veces, a pesar de
ello, Magnus quería quedarse dentro y mirar la televisión en el sillón como
cualquier otra persona. Estaba acurrucado junto a Tessa mirando un video de
Orgullo y Prejuicio. Su amiga, llegado aun cierto punto, se estaba quejando
sobre como el libro era mejor.
-Esto no es lo que Jane Austen hubiera querido. -Le dijo
Tessa. -Si pudiera ver esto, estoy segura de que estaría horrorizada.
Magnus se levantó
del sillón y fuea pararse junto a la ventana. Estaba esperando a que llegara la
comida China y moría de hambre tras un largo dia de holgazanería y libertinaje,
pero no vio al del delivery. La única persona en la calle era una joven mujer
cargando un bebé muy abrigado para protegerlo del frío.
-Si Jane Austen pudiera ver esto, -Dijo Magnus, -Asumo que
estaría gritando: "¡Hay pequeños demonios en esta cajita! ¡Traigan a un
clérigo!", y golpeando el televisor con su sombrilla.
El timbre de la
puerta sonó y Magnus se giró de la ventana.
-Finalmente, -Dijo agarrando un billete de diez dólares de
una mesa cercana a la puerta, y dejó entrar al repartidor. -Necesito un poco de
carne y brocoli antes de seguir enfrentando al sr. Darcy. Es una verdad
universal que si miras demasiada televisión con estómago vacío, se te cae la
cabeza.
-Si se te cayera la cabeza, -Dijo Tessa. -La industria
peluquera quebraría.
Magnus asintió
tocándose el cabello, que pasaba la altura del mentón. Abrió la puerta aún en
aquella pose y se encontró mirando a una mujer con una corona de rizos rojos.
Estaba sosteniendo a un niño. Era la mujer que había visto en la calle hacía
unos momentos. Magnus estaba impresionado de ver a alguien en su puerta con una
apariencia tan humana.
La joven estaba
vestida con jeans sueltos y una remera teñida, bajó su mano, que estaba alzada como para tocar la
puerta, y Magnus vio el rastro de desgastadas runas plateadas. Él había visto
demasiadas de esas para estar equivocado.
Llevaba Marcas de
Acuerdo, acarriando lo restante de viejas runas en su piel como recordatorios.
Al menos no era una mundana entonces. Era una Cazadora de Sombras, pero una sin
Marcas recientes, ni vestida en su uniforme.
Ella no se
encontraba aquí por asuntos oficiales. Ella estaba en problemas.
-¿Quién eres? -Demandó Magnus.
Tragó y respondió.
-Soy... era Jocelyn Morgenstern.
El nombre hizo
resurgir memorias de años atrás. El brujo recordó la espada entrando en su
espalda y el sabor a sangre. Lo hizo querer escupir.
La esposa del
monstruo en su puerta. Magnus no podía dejar de mirarla.
Ella también lo
observaba. Parecía impactada por su piyama. El inmortal estaba francamente
ofendido. Él no había invitado a ninguna esposa de líderes de cultos de odio
dementes, a pasarse y juzgar su vestuario. Si quería olvidar la remera y usar
pijamas escarlata con pequeños osos polares y una camisa de cama negra de seda,
podía hacerlo. Nadie lo suficientemente afortunado para ver a Magnus en su
atuendo para dormir se había quejado antes.
-No recuerdo haber ordenado a la esposa de un maniático
malvado. -Dijo Magnus. -Definitivamente era carne y brocoli ¿Qué hay de ti,
Tessa? ¿Tú ordenaste a la esposa de un maniático malvado?
Abrió más la puerta
para dejarle ver a su amiga quién era. Nada más fue dicho por un momento.
Luego, Magnus vio el bulto cubierto con una manta en los brazos de Jocelyn,
revolverse. Fue en ese momento que recordó que había un niño.
-He venido hasta aquí, Magnus Bane, -Dijo Jocelyn. -Para
rogarte ayuda.
Magnus asió el marco
de la puerta hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
-Déjame pensar. -Dijo. -No.
Lo detuvo la suave
voz de Tessa. -Déjala entrar, Magnus.
El brujo se giró
para mirarla -¿Es en serio?
-Quiero hablar con ella.
La voz de Tessa
había tomado un tono extraño. También, la persona del delivery había aparecido
en el pasillo llevando una bolsa con su comida. Magnus le hizo una seña con la
cabeza a Jocelyn para que entrara, entregó el billete de diez dólares y cerró
la puerta en la cara del confundido repartidor, quien no había tenido tiempo de
pasarle la comida.
Ahora la mujer se
encontraba parada, insegura, junto a la puerta. La pequeña personita en sus
brazos pateó y estiró las piernas.
-Tienes un bebé.-Dijo Magnus, sacando a relucir lo que era
ahora obvio.
Jocelyn lo levantó,
incómoda, y lo apretó contra su pecho.
Tessa caminó hacia
ellos en silencio y se paró junto a Jocelyn. Incluso aunque llevaba puesto
pantalones deportivos negros y una remera gris mucho más grande que ella que
decía: William quiere una muñeca, todavía acarreaba un aire de autoridad y
formalidad con ella. La remera, como era, era una manifestación feminista de
que a los niños les gustaba jugar con muñecas y a las niñas con camiones, pero
Magnus sospechaba que la había elegido, en parte, por el nombre. El esposo de
Tessa había fallecido hacia tanto, que su nombre traía felicidad, memorias
borrosas en lugar de la cruda agonía que ella había estado sintiendo por años
después de su muerte. Otros brujos habían amado y perdido, pero pocos eran tan
desesperadamente fieles como Tessa. Décadas después, no le había permitido a
nadie siquiera acercarse a gar su corazón.
-Jocelyn Fairchild, -Dijo. -Descendiente de Henry Branwell y
Charlotte Fairchild.
Jocelyn parpadeó,
como si no hubiera estado esperando la lectura de su propia genealogía.
-Eso es correcto. -Dijo con cautela.
-Los conocía, como ves. -Explicó Tessa. -Te pareces mucho a
Henry.
-¿Los conociste? Entonces debes ser...
Henry había estado
muerto por casi un siglo, y Tessa no aparentaba más de veinticinco.
-¿También eres una bruja, entonces? -Preguntó Jocelyn con
sospecha. Magnus vio que sus ojos cayeron desde la cabeza de su amiga hasta sus
pies, buscando una marca demoniaca, el signo que le indicaría a un Cazador de
Sombras que era impuro, inhumano, y que debía ser despreciado. Algunos brujos
las podían ocultar bajo la ropa, pero Jocelyn podía mirar a Tessa tanto como
quisiera y no encontraría ninguna.
Tessa no se acercó
molesta, pero era claro que, de las dos, ella era la más alta, y sus ojos
podían ser muy fríos.
-Lo soy. -Dijo -Mi nombre es Theresa Gray, hija de un Gran
Demonio y Elizabeth Gray, quien nació de Adele Starweather, una de su tipo. Fui
la esposa de William Herondale, quien era la cabeza del Instituto de Londres, y
fui la madre de James Herondale y Lucie Blackthorn. Will y yo criamos a nustros
niños Cazadores de Sombras para proteger mundanos, para vivir con las leyes de
la Clave y del Convento, y para mantener los Acuerdos.
Habló a la mejor
manera que sabía, a la manera Nefilim.
-Hubo un tiempo en el que viví entre los Cazadores de
Sombras. -Dijo con suavedad. -Hubo un tiempo en el que pude haber parecido una
persona para ti.
Jocelyn parecía desconcertada,
de la forma que la mayoría de la gente lo hacia al aprender algo que hacía que
todo el mundo perdiera su familiaridad.
-Entiendo si encuentras mis crímenes contra los Subterráneos
imperdonables. -Dijo Jocelyn.-Pero yo, yo no tengo a donde ir. Necesito ayuda.
Mi hija necesita ayuda. Es una Cazadora de Sombras y la hija de Valentine. No
puede vivir entre los de mi propia especie. No podemos volver atrás. Necesito
un hechizo paraproteger sus ojos de todo excepto del mundo humano. No necesita
saber qué era su padre, -Jocelyn casi tose, pero levantó el mentón y agregó, -O
lo que hizo su madre.
-Así que vienes a rogarnos a nosotros.-Dijo Magnus. -A los
monstruos.
-No tengo problemas con los Subterráneos, -Dijo Jocelyn
finalmente. -Yo... mi mejor amigo es un Subterráneo, y no creo que esté tan
cambiado de la persona que siempre amé. Estaba equivocada. Tendré que vivir por
siempre con lo que hice. Pero, por favor, mi hija no es culpable de nada.
Su mejor amigo, el
Subterráneo. Magnus supuso que Lucian Graymark seguía con vida entonces, aunque
nadie lo haya visto desde el Levantamiento. El brujo pensó un poco mejor de
Jocelyn por llamarlo su mejor amigo. La gente decía que ellos dos habían
planeado derrotar a Valentine juntos, aunque Jocelyn no había estado allí para
confirmar el rumor después de la batalla. Magnus no la había visto en el
Levantamiento. No había sabido si creer
en lo aclamado o no.
El inmortal había
considerado muchas veces que la justicia de los Cazadores de Sombras era más una crueldad que otra
cosa, y él no quería ser cruel. Miró a la cara fatigada y desesperada de la
mujer y al bulto en sus brazos y no pudo ser cruel. Creía en la redención, la
incipiente gracia en cada persona que conoció. Era una de las pocas cosas en
las que tenía que creer, la posibilidad de belleza al enfrentarse a una
realidad con tanta fealdad.
-Dijiste que estuviste casada con un Herondale, -Le suplicó
Jocelyn a Tessa, su voz era tenue, como si ya pudiese ver la debilidad de este
argumento, pero no tenía otro para hacer. -Stephen Herondale era mi amigo...
-Stephen Herondale me hubiera asesinado de haberme conocido.
-Dijo Tessa. -No hubiera estado a salvo viviendo entre gente como tú, o como
él. Soy la madre y esposa de guerreros que lucharon y murieron y que nunca se
deshonraron como ustedes lo hicieron. He usado el uniforme, blandido espadas, y
acuchillado demonios, y todo lo que deseaba era vencer el mal para vivir y ser
feliz con aquellos que amaba. Deseé haber hecho este mundo un lugar más feliz y
seguro para mis hijos. Pero, gracias al Círculo de Valentine, la línea de los
Herondale, la línea que eran los hijos de los hijos de mi hijo, se acabó. Eso
pasó por ti, y tu Círculo y tu esposo. Stephen Herondale murió con odio en su
corazón y sangre de mi gente en sus manos. No puedo imaginarme un peor modo
para que que mi línea y la de Will terminara. Voy a tener que cargar, por el
resto de mi vida, con la herida que el Círculo de Valentine me ha hecho, y
viviré por siempre.
Tessa hizo una pausa
y miró el blanco y desesperado rostro de Jocelyn, y luego, más gentilmente,
dijo.
-Pero Stephen Herondale ha hecho sus propias elecciones, y
tu has hecho otras aparte de la de odiar. Sé que Valentine no podría haber ser
vencido sin tu ayuda. Y tu niño no le hizo mal a nadie.
-Eso no significa que tiene derecho a nuestra ayuda.
-Interrumpió Magnus. No quería rechazar a Jocelyn, pero aún había una
fastidiosa voz dentro suyo que le decía que era el enemigo. -Aparte de la cual,
no le doy caridad a los Cazadores de Sombras, y dudo que tengas el dinero para
pagar por mi ayuda. Los fugitivos están raramente bien establecidos.
-Encontraré el dinero. -Dijo Jocelyn. -No soy un caso de
caridad, y ya no soy una Cazadora de Sombras. No quiero tener nada que ver con
los Nefilims. Quiero ser alguien más. Quiero criar a mi hija de forma que sea
alguien más, sin vínculos con la Clave o descarrilamientos por nadie. Quiero
que sea más valiente de lo que fui, más fuerte, y que no deje que nadie decida
su destino por ella.
-Nadie puede pedir más que eso para su niño, -Dijo Tessa y
se acercó más -¿Puedo sostenerla?
Jocelyn dudó por un
momento, sosteniendo con fuerza el pequeño bulto que era la niña. Luego,
lentamente y reluctante, con movimientos casi torpes, se inclinó hacia adelante
y apoyó al bebé en los brazos de la mujer que acababa de conocer.
-Es hermosa. -Murmuró Tessa. Magnus no sabía si su amiga
había sostenido a un bebé por décadas, pero movió a la niña sobre su cadera,
quien se agarró rápido a su brazo, con el casual aire instintivo de amor de un
padre. Magnus la había visto una vez sosteniendo a uno de sus nietos de esa
forma. -¿Cuál es su nombre?
-Clarissa. -Dijo Jocelyn mirando a Tessa fijamente, y luego,
como si les estuviera contando un secreto, agregó. -Le digo Clary.
Magnus miró por
sobre el hombro de Tessa la cara de la niña. La criatura era más grande de lo
que él había pensado, pequeña para su edad, pero su cara había perdido la
redondez típica de los bebés: debía de tener casi dos, y ya se parecía a su
madre. Se veía como una Fairchild. Tenía rizos rojos, del mismo color de los de
Henry, arremolinándose en su pequeña cabeza, y ojos verdes, claros como el
vidrio y brillantes como joyas, parpadeando curiosa por su entorno. No parecía
oponerse a ser entregada a un extraño. Tessa ajustó la manta a su alrededor y
el pequeño puño regordete de Clary se cerró determinado en el dedo de la bruja.
La niña agitó el dedo de Tessa hacia atrás y adelante, como para mostrar su
nueva posesión.
La inmortal le
sonrió a la bebé con un gesto lento y brillante, y susurró, -Hola, Clary.
Era claro que ella
ya se había decidido. Magnus se inclinó, acercándose, con su hombro descansando
apenas contra el de su amiga, escrutando la cara de la niña. Agitó la mano para
obtener su atención, moviendo los dedos para que todos sus anillos brillaran en
la luz. Clary rio con todos sus dientes de perlas y la más pura alegría, y
Magnus sintió el nudo de resentimiento en su pecho, aflojarse.
La niña se revolvió
en una clara e imperiosa señal de querer bajarse, pero Tessa se la entregó a
Jocelyn para que ella pudiera decidir si hacerlo o no. La mujer podía no querer
a su hija deambulando por la casa de un brujo.
Jocelyn miró a su
alrededor con temor, pero, o bien decidió que era seguro, o la pequeña e
insistente revoltona de Clary era terca y su madre sabía que debía liberarla.
Bajó a la niña, y ésta se fue, con pasos cortos e inseguros, determinada hacia
su búsqueda. El resto se quedó parado mirando como su cabezita roja se
bamboleaba mientras agarraba, a turnos, un libro de Tessa, una de las velas de
Magnus (la cual masticó pensativa un moento), y una bandeja de plata que el
brujo había dejado debajo del sillón.
-¿Pequeña cosa curiosa, no lo es? -Preguntó Magnus. Jocelyn
lo miró. Sus ojos habían sido atraídos ansiosos por su hija. El inmortal se
encontró sonriéndole. -No es una mal don, -Le aseguró -podría crecer para ser
una aventurera.
-Quiero que crezca para estar feliz y a salvo. -Dijo
Jocelyn. -No quiero que tenga aventuras. Las aventuras ocurren cuando la vida
es cruel. Quiero que tenga una vida mundana, tranquila y dulce, y esperé que naciera
sin ser capaz de ver el mundo de las Sombras. No es un mundo para un niño. Pero
nunca tuve mucha suerte con la esperanza. La descubrí tratando de jugar con un
hada en un seto, esta tarde. Necesito que me ayudes. Necesito que la ayudes
¿Puedes cegarla de todo eso?
-¿Puedo arrancarle una parte escencial de su naturaleza a tu
niña y retorcerla en la forma que más te guste? -Le preguntó Magnus -Si quieres
que enloquezca al final.
Se arrepintió de sus
palabras tan pronto habló. Jocelyn lo miró pálida, como si la hubieran
golpeado. Pero Jocelyn Morgenstern no era del tipo de mujer que lloraba, no el
tipo de mujer que se rompía, o Valentine la hubiera quebrado hacia ya mucho
tiempo. Se mantuvo a si misma erguida y le preguntó con voz nivelada -¿Hay
alguna otra cosa que puedas hacer?
-Hay... algo que podría intentar. -Dijo Magnus.
Él no dijo que lo
haría. Mantuvo sus ojos en la pequeña niña y pensó en la joven nena hombre lobo
que Valentine había cegado, en Edmund Herondale despojado de sus Marcas siglos
atrás, y en los Jaime y Lucie de Tessa, y en todo lo que ellos habían
soportado. Él no le entregaría un niño a los Cazadores de Sombras, para quienes
la Ley estaba antes que la piedad.
Clary espió al pobre
gato de Magnus. El Gran Catsby, ya entrado en años, yacía inclinado en uno de
los almohadones de terciopelo con su cola colgando.
Todos los adultos vieron que el desatre era
inminente. Dieron un paso adelante, como uno solo, pero Clary ya había tirado
firmemente del rabo del Gran Catsby, con el regio aire de seguridad de un condesa alcanzado el
timbre para llamar a su criada.
El Gran Catsby soltó
un lastimero maullido como protesta de su indignación, se giró, y arañó a
Clary, y Clary comenzó a gritar.
Jocelyn estaba sobre
sus rodillas al lado de su hija un instante después, con su cabello rojo
actuando como un velo sobre la niña, como si, de algún modo, pudiera proteger a
Clary de todo el mundo.
-Vamos, Magnus. –Dijo Tessa con tranquilidad, ella había
amado a más Cazadores de Sombras que a los que el brujo había hecho. Fue y se
situó al lado de Jocelyn. Posó una mano sobre el hombro de la madre y esta no la
apartó.
-Si quieres a tu niña a salvo, -Dijo Magnus. –No necesita solamente
un hechizo para ocultar su propia Visión. También debe ser protegida de lo
sobrenatural, de cualquier demonio que pueda acercarse reptando hacia ella.
-¿Y qué Hermana de Hierro y Hermano Silencioso podría hacer
esa ceremonia para mi sin entregarnos a ambas a la Clave? –Demandó Jocelyn. –No.
No puedo arriesgarme. Si no sabe nada del mundo de las Sombras, estará a salvo.
-Mi madre era una Cazadora de Sombras que nunca supo nada
del mundo de las Sombras. –Dijo Tessa. –Eso no la mantuvo a salvo.
Jocelyn miró a la
bruja con claro horror, obviamente capaz de deducir la historia de lo que pasó:
que un demonio ganó acceso a una mujer Cazadora de Sombras desprotegida, y que
Tessa era el resultado.
Hubo un momento de silencio.
Clary se giró curiosa hacia Tessa a medida que esta se acercaba, olvidándose de
sus gritos. Ahora levantó sus cortos brazos regordetes hacia la bruja. Jocelyn
dejó que ella la cargara de nuevo, y, esta vez, Clary no se removió para ser soltada. La niña
limpió su pequeña cara, llena de rastros de lágrimas, con la remera de Tessa.
Parecía un signo de afecto. Magnus deseó que nadie le ofreciera a Clary en su actual
estado pegajoso.
Jocelyn parpadeó y
empezó, lentamente a sonreír. El brujo notó por primera vez que ella era
hermosa.
-Clary nunca va con extraños. Tal vez… tal vez ella puede
decir que no eres una extraña para los Fairchild.
Tessa miró a Jocelyn
con sus ojos grises despejados.
Magnus pensó, que en
este caso, su amiga veía más que él. –Tal vez. Te ayudaré con la ceremonia,
-Prometió ella. –Conozco a un Hermano Silencioso que guardaría cualquier
secreto, si se lo pido.
Joselyn inclinó la
cabeza. –Gracias, Theresa Gray.
A Magnus se le ocurrió que tan enojado
hubiera estado Valentine al ver a su esposa suplicándole a Subterráneos, al
pensar en su hija en los brazos de una bruja. El pensamiento del inmortal sobre
responder al pedido de Jocelyn con crueldad retrocedía aún más. Esta parecía el
tipo de venganza que valía la pena obtener –para probar, incluso después de la
muerte de Valentine que tan equivocado que el nefilim había estado.
Caminó hacia las dos mujeres y la niña, miró
a Tessa y la vio asentir.
-Bien,
entonces. –Dijo Magnus. –parece que te vamos a ayudar, Jocelyn Morgenstern.
Jocelyn se encogió. –No me llames así. Soy…
soy Jocelyn Fairchild.
-Pensé
que ya no eras una Cazadora de Sombras. –Dijo Magnus. –Si no quieres que te
encuentren, cambiar tu apellido parece un primer paso bastante elemental.
Creeme, soy un experto. He visto un montón de películas de espías.
Jocelyn parecía escéptica, y Magnus rodó los
ojos.
-Tampoco
nací con el nombre “Magnus Bane”. –Dijo. –Ese se me ocurrió a mí solito.
-Yo
en realidad nací como Tessa Gray. –Dijo la bruja. –Pero deberías elegir
cualquier nombre que te parezca correcto. Siempre dije que hay una gran
cuestión de poder en las palabras, y eso significa nombres también. El nombre
que elijas para ti misma puede decir la historia de cuál va a hacer tu destino
y en quién pretendes convertirte.
-Llamame
Fray. Dejame unir los apellidos Fairchild, mi familia perdida, y Gray. Porque
eres… una amiga de la familia. –Dijo Jocelyn, hablando con repentina firmesa.
Tessa le sonrió a Jocelyn, viéndose
sorprendida pero complacida, y esta le sonrió a su hija. Magnus vio la
determinación en su cara. Valentine había querido aplastar al mundo como el
brujo lo conocía.
Pero, en su lugar esta mujer había ayudado a aplastarlo a él, y
ahora miraba a su hija como si fuera a hacer otro mundo, brillante y completamente
nuevo, sólo para Clary, así ella nunca tuviera que ser tocada por nada de la
oscuridad del pasado. Magnus sabía lo que era querer olvidar tanto como Jocelyn
lo hacía, conocía la apasionada urgencia protectora que venía con el amor.
Tal vez ninguno de los niños de la nueva
generación –ni esta pequeña pelirroja terca, ni los medio-hada Helen y Mark
blackthorn en el Instituto de Los Angeles, ni soqioera incluso los hijos de
Maryse Lightwood creciendo en Nueva York, lejos de la Ciudad de Cristal –tendrían
que aprender la íntegra verdad sobre la fealdad del pasado.
Jocelyn acarició la cara de su pequeña niña,
y todos miraron como la bebé sonreía, iluminada por el mero placer de vivir.
Ella en sí misma era una historia, dulce y llena de esperanza, recién
comenzando.
-Jocelyn
y Clary Fray, -Dijo Magnus. –Un gusto conocerlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario