martes, 4 de febrero de 2014

The Bane Chronicles N°9: The Last Stand of the New York Institute (3/3) - Cassandra Clare - TRADUCCIÓN

Holiis! Mil perdones por el atraso, pero aquí esta, la tercer parte de este hermoso libro :D Dentro de muy poco subiré todo el libro en PDF para descargar…

Ciudad de Nueva York, 1993
  La vida de los brujos era una de inmortalidad, magia, glamour y entusiasmo a través de las eras.
  A veces, a pesar de ello, Magnus quería quedarse dentro y mirar la televisión en el sillón como cualquier otra persona. Estaba acurrucado junto a Tessa mirando un video de Orgullo y Prejuicio. Su amiga, llegado aun cierto punto, se estaba quejando sobre como el libro era mejor.
-Esto no es lo que Jane Austen hubiera querido. -Le dijo Tessa. -Si pudiera ver esto, estoy segura de que estaría horrorizada.
  Magnus se levantó del sillón y fuea pararse junto a la ventana. Estaba esperando a que llegara la comida China y moría de hambre tras un largo dia de holgazanería y libertinaje, pero no vio al del delivery. La única persona en la calle era una joven mujer cargando un bebé muy abrigado para protegerlo del frío.
-Si Jane Austen pudiera ver esto, -Dijo Magnus, -Asumo que estaría gritando: "¡Hay pequeños demonios en esta cajita! ¡Traigan a un clérigo!", y golpeando el televisor con su sombrilla.
  El timbre de la puerta sonó y Magnus se giró de la ventana.
-Finalmente, -Dijo agarrando un billete de diez dólares de una mesa cercana a la puerta, y dejó entrar al repartidor. -Necesito un poco de carne y brocoli antes de seguir enfrentando al sr. Darcy. Es una verdad universal que si miras demasiada televisión con estómago vacío, se te cae la cabeza.
-Si se te cayera la cabeza, -Dijo Tessa. -La industria peluquera quebraría.
  Magnus asintió tocándose el cabello, que pasaba la altura del mentón. Abrió la puerta aún en aquella pose y se encontró mirando a una mujer con una corona de rizos rojos. Estaba sosteniendo a un niño. Era la mujer que había visto en la calle hacía unos momentos. Magnus estaba impresionado de ver a alguien en su puerta con una apariencia tan humana.
  La joven estaba vestida con jeans sueltos y una remera teñida, bajó  su mano, que estaba alzada como para tocar la puerta, y Magnus vio el rastro de desgastadas runas plateadas. Él había visto demasiadas de esas para estar equivocado.
  Llevaba Marcas de Acuerdo, acarriando lo restante de viejas runas en su piel como recordatorios. Al menos no era una mundana entonces. Era una Cazadora de Sombras, pero una sin Marcas recientes, ni vestida en su uniforme.
  Ella no se encontraba aquí por asuntos oficiales. Ella estaba en problemas.
-¿Quién eres? -Demandó Magnus.
  Tragó y respondió. -Soy... era Jocelyn Morgenstern.
  El nombre hizo resurgir memorias de años atrás. El brujo recordó la espada entrando en su espalda y el sabor a sangre. Lo hizo querer escupir.
  La esposa del monstruo en su puerta. Magnus no podía dejar de mirarla.
  Ella también lo observaba. Parecía impactada por su piyama. El inmortal estaba francamente ofendido. Él no había invitado a ninguna esposa de líderes de cultos de odio dementes, a pasarse y juzgar su vestuario. Si quería olvidar la remera y usar pijamas escarlata con pequeños osos polares y una camisa de cama negra de seda, podía hacerlo. Nadie lo suficientemente afortunado para ver a Magnus en su atuendo para dormir se había quejado antes.
-No recuerdo haber ordenado a la esposa de un maniático malvado. -Dijo Magnus. -Definitivamente era carne y brocoli ¿Qué hay de ti, Tessa? ¿Tú ordenaste a la esposa de un maniático malvado?
  Abrió más la puerta para dejarle ver a su amiga quién era. Nada más fue dicho por un momento. Luego, Magnus vio el bulto cubierto con una manta en los brazos de Jocelyn, revolverse. Fue en ese momento que recordó que había un niño.
-He venido hasta aquí, Magnus Bane, -Dijo Jocelyn. -Para rogarte ayuda.
  Magnus asió el marco de la puerta hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
-Déjame pensar. -Dijo. -No.
  Lo detuvo la suave voz de Tessa. -Déjala entrar, Magnus.
  El brujo se giró para mirarla -¿Es en serio?
-Quiero hablar con ella.
  La voz de Tessa había tomado un tono extraño. También, la persona del delivery había aparecido en el pasillo llevando una bolsa con su comida. Magnus le hizo una seña con la cabeza a Jocelyn para que entrara, entregó el billete de diez dólares y cerró la puerta en la cara del confundido repartidor, quien no había tenido tiempo de pasarle la comida.
  Ahora la mujer se encontraba parada, insegura, junto a la puerta. La pequeña personita en sus brazos pateó y estiró las piernas.
-Tienes un bebé.-Dijo Magnus, sacando a relucir lo que era ahora obvio.
  Jocelyn lo levantó, incómoda, y lo apretó contra su pecho.
  Tessa caminó hacia ellos en silencio y se paró junto a Jocelyn. Incluso aunque llevaba puesto pantalones deportivos negros y una remera gris mucho más grande que ella que decía: William quiere una muñeca, todavía acarreaba un aire de autoridad y formalidad con ella. La remera, como era, era una manifestación feminista de que a los niños les gustaba jugar con muñecas y a las niñas con camiones, pero Magnus sospechaba que la había elegido, en parte, por el nombre. El esposo de Tessa había fallecido hacia tanto, que su nombre traía felicidad, memorias borrosas en lugar de la cruda agonía que ella había estado sintiendo por años después de su muerte. Otros brujos habían amado y perdido, pero pocos eran tan desesperadamente fieles como Tessa. Décadas después, no le había permitido a nadie siquiera acercarse a gar su corazón.
-Jocelyn Fairchild, -Dijo. -Descendiente de Henry Branwell y Charlotte Fairchild.
  Jocelyn parpadeó, como si no hubiera estado esperando la lectura de su propia genealogía.
-Eso es correcto. -Dijo con cautela.
-Los conocía, como ves. -Explicó Tessa. -Te pareces mucho a Henry.
-¿Los conociste? Entonces debes ser...
  Henry había estado muerto por casi un siglo, y Tessa no aparentaba más de veinticinco.
-¿También eres una bruja, entonces? -Preguntó Jocelyn con sospecha. Magnus vio que sus ojos cayeron desde la cabeza de su amiga hasta sus pies, buscando una marca demoniaca, el signo que le indicaría a un Cazador de Sombras que era impuro, inhumano, y que debía ser despreciado. Algunos brujos las podían ocultar bajo la ropa, pero Jocelyn podía mirar a Tessa tanto como quisiera y no encontraría ninguna.
  Tessa no se acercó molesta, pero era claro que, de las dos, ella era la más alta, y sus ojos podían ser muy fríos.
-Lo soy. -Dijo -Mi nombre es Theresa Gray, hija de un Gran Demonio y Elizabeth Gray, quien nació de Adele Starweather, una de su tipo. Fui la esposa de William Herondale, quien era la cabeza del Instituto de Londres, y fui la madre de James Herondale y Lucie Blackthorn. Will y yo criamos a nustros niños Cazadores de Sombras para proteger mundanos, para vivir con las leyes de la Clave y del Convento, y para mantener los Acuerdos.
  Habló a la mejor manera que sabía, a la manera Nefilim.
-Hubo un tiempo en el que viví entre los Cazadores de Sombras. -Dijo con suavedad. -Hubo un tiempo en el que pude haber parecido una persona para ti.
  Jocelyn parecía desconcertada, de la forma que la mayoría de la gente lo hacia al aprender algo que hacía que todo el mundo perdiera su familiaridad.
-Entiendo si encuentras mis crímenes contra los Subterráneos imperdonables. -Dijo Jocelyn.-Pero yo, yo no tengo a donde ir. Necesito ayuda. Mi hija necesita ayuda. Es una Cazadora de Sombras y la hija de Valentine. No puede vivir entre los de mi propia especie. No podemos volver atrás. Necesito un hechizo paraproteger sus ojos de todo excepto del mundo humano. No necesita saber qué era su padre, -Jocelyn casi tose, pero levantó el mentón y agregó, -O lo que hizo su madre.
-Así que vienes a rogarnos a nosotros.-Dijo Magnus. -A los monstruos.
-No tengo problemas con los Subterráneos, -Dijo Jocelyn finalmente. -Yo... mi mejor amigo es un Subterráneo, y no creo que esté tan cambiado de la persona que siempre amé. Estaba equivocada. Tendré que vivir por siempre con lo que hice. Pero, por favor, mi hija no es culpable de nada.
  Su mejor amigo, el Subterráneo. Magnus supuso que Lucian Graymark seguía con vida entonces, aunque nadie lo haya visto desde el Levantamiento. El brujo pensó un poco mejor de Jocelyn por llamarlo su mejor amigo. La gente decía que ellos dos habían planeado derrotar a Valentine juntos, aunque Jocelyn no había estado allí para confirmar el rumor después de la batalla. Magnus no la había visto en el Levantamiento. No había  sabido si creer en lo aclamado o no.
  El inmortal había considerado muchas veces que la justicia de los Cazadores  de Sombras era más una crueldad que otra cosa, y él no quería ser cruel. Miró a la cara fatigada y desesperada de la mujer y al bulto en sus brazos y no pudo ser cruel. Creía en la redención, la incipiente gracia en cada persona que conoció. Era una de las pocas cosas en las que tenía que creer, la posibilidad de belleza al enfrentarse a una realidad con tanta fealdad.
-Dijiste que estuviste casada con un Herondale, -Le suplicó Jocelyn a Tessa, su voz era tenue, como si ya pudiese ver la debilidad de este argumento, pero no tenía otro para hacer. -Stephen Herondale era mi amigo...
-Stephen Herondale me hubiera asesinado de haberme conocido. -Dijo Tessa. -No hubiera estado a salvo viviendo entre gente como tú, o como él. Soy la madre y esposa de guerreros que lucharon y murieron y que nunca se deshonraron como ustedes lo hicieron. He usado el uniforme, blandido espadas, y acuchillado demonios, y todo lo que deseaba era vencer el mal para vivir y ser feliz con aquellos que amaba. Deseé haber hecho este mundo un lugar más feliz y seguro para mis hijos. Pero, gracias al Círculo de Valentine, la línea de los Herondale, la línea que eran los hijos de los hijos de mi hijo, se acabó. Eso pasó por ti, y tu Círculo y tu esposo. Stephen Herondale murió con odio en su corazón y sangre de mi gente en sus manos. No puedo imaginarme un peor modo para que que mi línea y la de Will terminara. Voy a tener que cargar, por el resto de mi vida, con la herida que el Círculo de Valentine me ha hecho, y viviré por siempre.
  Tessa hizo una pausa y miró el blanco y desesperado rostro de Jocelyn, y luego, más gentilmente, dijo.
-Pero Stephen Herondale ha hecho sus propias elecciones, y tu has hecho otras aparte de la de odiar. Sé que Valentine no podría haber ser vencido sin tu ayuda. Y tu niño no le hizo mal a nadie.
-Eso no significa que tiene derecho a nuestra ayuda. -Interrumpió Magnus. No quería rechazar a Jocelyn, pero aún había una fastidiosa voz dentro suyo que le decía que era el enemigo. -Aparte de la cual, no le doy caridad a los Cazadores de Sombras, y dudo que tengas el dinero para pagar por mi ayuda. Los fugitivos están raramente bien establecidos.
-Encontraré el dinero. -Dijo Jocelyn. -No soy un caso de caridad, y ya no soy una Cazadora de Sombras. No quiero tener nada que ver con los Nefilims. Quiero ser alguien más. Quiero criar a mi hija de forma que sea alguien más, sin vínculos con la Clave o descarrilamientos por nadie. Quiero que sea más valiente de lo que fui, más fuerte, y que no deje que nadie decida su destino por ella.
-Nadie puede pedir más que eso para su niño, -Dijo Tessa y se acercó más -¿Puedo sostenerla?
  Jocelyn dudó por un momento, sosteniendo con fuerza el pequeño bulto que era la niña. Luego, lentamente y reluctante, con movimientos casi torpes, se inclinó hacia adelante y apoyó al bebé en los brazos de la mujer que acababa de conocer.
-Es hermosa. -Murmuró Tessa. Magnus no sabía si su amiga había sostenido a un bebé por décadas, pero movió a la niña sobre su cadera, quien se agarró rápido a su brazo, con el casual aire instintivo de amor de un padre. Magnus la había visto una vez sosteniendo a uno de sus nietos de esa forma. -¿Cuál es su nombre?
-Clarissa. -Dijo Jocelyn mirando a Tessa fijamente, y luego, como si les estuviera contando un secreto, agregó. -Le digo Clary.
  Magnus miró por sobre el hombro de Tessa la cara de la niña. La criatura era más grande de lo que él había pensado, pequeña para su edad, pero su cara había perdido la redondez típica de los bebés: debía de tener casi dos, y ya se parecía a su madre. Se veía como una Fairchild. Tenía rizos rojos, del mismo color de los de Henry, arremolinándose en su pequeña cabeza, y ojos verdes, claros como el vidrio y brillantes como joyas, parpadeando curiosa por su entorno. No parecía oponerse a ser entregada a un extraño. Tessa ajustó la manta a su alrededor y el pequeño puño regordete de Clary se cerró determinado en el dedo de la bruja. La niña agitó el dedo de Tessa hacia atrás y adelante, como para mostrar su nueva posesión.
  La inmortal le sonrió a la bebé con un gesto lento y brillante, y susurró, -Hola, Clary.
  Era claro que ella ya se había decidido. Magnus se inclinó, acercándose, con su hombro descansando apenas contra el de su amiga, escrutando la cara de la niña. Agitó la mano para obtener su atención, moviendo los dedos para que todos sus anillos brillaran en la luz. Clary rio con todos sus dientes de perlas y la más pura alegría, y Magnus sintió el nudo de resentimiento en su pecho, aflojarse.
  La niña se revolvió en una clara e imperiosa señal de querer bajarse, pero Tessa se la entregó a Jocelyn para que ella pudiera decidir si hacerlo o no. La mujer podía no querer a su hija deambulando por la casa de un brujo.
  Jocelyn miró a su alrededor con temor, pero, o bien decidió que era seguro, o la pequeña e insistente revoltona de Clary era terca y su madre sabía que debía liberarla. Bajó a la niña, y ésta se fue, con pasos cortos e inseguros, determinada hacia su búsqueda. El resto se quedó parado mirando como su cabezita roja se bamboleaba mientras agarraba, a turnos, un libro de Tessa, una de las velas de Magnus (la cual masticó pensativa un moento), y una bandeja de plata que el brujo había dejado debajo del sillón.
-¿Pequeña cosa curiosa, no lo es? -Preguntó Magnus. Jocelyn lo miró. Sus ojos habían sido atraídos ansiosos por su hija. El inmortal se encontró sonriéndole. -No es una mal don, -Le aseguró -podría crecer para ser una aventurera.
-Quiero que crezca para estar feliz y a salvo. -Dijo Jocelyn. -No quiero que tenga aventuras. Las aventuras ocurren cuando la vida es cruel. Quiero que tenga una vida mundana, tranquila y dulce, y esperé que naciera sin ser capaz de ver el mundo de las Sombras. No es un mundo para un niño. Pero nunca tuve mucha suerte con la esperanza. La descubrí tratando de jugar con un hada en un seto, esta tarde. Necesito que me ayudes. Necesito que la ayudes ¿Puedes cegarla de todo eso?
-¿Puedo arrancarle una parte escencial de su naturaleza a tu niña y retorcerla en la forma que más te guste? -Le preguntó Magnus -Si quieres que enloquezca al final.
  Se arrepintió de sus palabras tan pronto habló. Jocelyn lo miró pálida, como si la hubieran golpeado. Pero Jocelyn Morgenstern no era del tipo de mujer que lloraba, no el tipo de mujer que se rompía, o Valentine la hubiera quebrado hacia ya mucho tiempo. Se mantuvo a si misma erguida y le preguntó con voz nivelada -¿Hay alguna otra cosa que puedas hacer?
-Hay... algo que podría intentar. -Dijo Magnus.
  Él no dijo que lo haría. Mantuvo sus ojos en la pequeña niña y pensó en la joven nena hombre lobo que Valentine había cegado, en Edmund Herondale despojado de sus Marcas siglos atrás, y en los Jaime y Lucie de Tessa, y en todo lo que ellos habían soportado. Él no le entregaría un niño a los Cazadores de Sombras, para quienes la Ley estaba antes que la piedad.
  Clary espió al pobre gato de Magnus. El Gran Catsby, ya entrado en años, yacía inclinado en uno de los almohadones de terciopelo con su cola colgando.
   Todos los adultos vieron que el desatre era inminente. Dieron un paso adelante, como uno solo, pero Clary ya había tirado firmemente del rabo del Gran Catsby, con el regio aire  de seguridad de un condesa alcanzado el timbre para llamar a su criada.
  El Gran Catsby soltó un lastimero maullido como protesta de su indignación, se giró, y arañó a Clary, y Clary comenzó a gritar.
  Jocelyn estaba sobre sus rodillas al lado de su hija un instante después, con su cabello rojo actuando como un velo sobre la niña, como si, de algún modo, pudiera proteger a Clary de todo el mundo.
  -¿Es ella parte banshee? -Preguntó Magnus sobre el llanto taladrante. La chica sonaba como una sirena de policía. El brujo se sintió como si lo fueran a arrestar por vigésima séptima vez. Jocelyn le lanzó una mirada a través de su cabello y el inmortal alzó las manos en señal de burlona rendición. -Oh, perdóname por implicar que el linaje de la hija de Valentine es cualquier cosa menos pura.
-Vamos, Magnus. –Dijo Tessa con tranquilidad, ella había amado a más Cazadores de Sombras que a los que el brujo había hecho. Fue y se situó al lado de Jocelyn. Posó una mano sobre el hombro de la madre y esta no la apartó.
-Si quieres a tu niña a salvo, -Dijo Magnus. –No necesita solamente un hechizo para ocultar su propia Visión. También debe ser protegida de lo sobrenatural, de cualquier demonio que pueda acercarse reptando hacia ella.
-¿Y qué Hermana de Hierro y Hermano Silencioso podría hacer esa ceremonia para mi sin entregarnos a ambas a la Clave? –Demandó Jocelyn. –No. No puedo arriesgarme. Si no sabe nada del mundo de las Sombras, estará a salvo.
-Mi madre era una Cazadora de Sombras que nunca supo nada del mundo de las Sombras. –Dijo Tessa. –Eso no la mantuvo a salvo.
  Jocelyn miró a la bruja con claro horror, obviamente capaz de deducir la historia de lo que pasó: que un demonio ganó acceso a una mujer Cazadora de Sombras desprotegida, y que Tessa era el resultado.
  Hubo un momento de silencio. Clary se giró curiosa hacia Tessa a medida que esta se acercaba, olvidándose de sus gritos. Ahora levantó sus cortos brazos regordetes hacia la bruja. Jocelyn dejó que ella la cargara de nuevo, y, esta vez,  Clary no se removió para ser soltada. La niña limpió su pequeña cara, llena de rastros de lágrimas, con la remera de Tessa. Parecía un signo de afecto. Magnus deseó que nadie le ofreciera a Clary en su actual estado pegajoso.
  Jocelyn parpadeó y empezó, lentamente a sonreír. El brujo notó por primera vez que ella era hermosa.
-Clary nunca va con extraños. Tal vez… tal vez ella puede decir que no eres una extraña para los Fairchild.
  Tessa miró a Jocelyn con sus ojos grises despejados.
  Magnus pensó, que en este caso, su amiga veía más que él. –Tal vez. Te ayudaré con la ceremonia, -Prometió ella. –Conozco a un Hermano Silencioso que guardaría cualquier secreto, si se lo pido.
  Joselyn inclinó la cabeza. –Gracias, Theresa Gray.
  A Magnus se le ocurrió que tan enojado hubiera estado Valentine al ver a su esposa suplicándole a Subterráneos, al pensar en su hija en los brazos de una bruja. El pensamiento del inmortal sobre responder al pedido de Jocelyn con crueldad retrocedía aún más. Esta parecía el tipo de venganza que valía la pena obtener –para probar, incluso después de la muerte de Valentine que tan equivocado que el nefilim había estado.
  Caminó hacia las dos mujeres y la niña, miró a Tessa y la vio asentir.
-Bien, entonces. –Dijo Magnus. –parece que te vamos a ayudar, Jocelyn Morgenstern.
  Jocelyn se encogió. –No me llames así. Soy… soy Jocelyn Fairchild.
-Pensé que ya no eras una Cazadora de Sombras. –Dijo Magnus. –Si no quieres que te encuentren, cambiar tu apellido parece un primer paso bastante elemental. Creeme, soy un experto. He visto un montón de películas de espías.
  Jocelyn parecía escéptica, y Magnus rodó los ojos.
-Tampoco nací con el nombre “Magnus Bane”. –Dijo. –Ese se me ocurrió a mí solito.
-Yo en realidad nací como Tessa Gray. –Dijo la bruja. –Pero deberías elegir cualquier nombre que te parezca correcto. Siempre dije que hay una gran cuestión de poder en las palabras, y eso significa nombres también. El nombre que elijas para ti misma puede decir la historia de cuál va a hacer tu destino y en quién pretendes convertirte.
-Llamame Fray. Dejame unir los apellidos Fairchild, mi familia perdida, y Gray. Porque eres… una amiga de la familia. –Dijo Jocelyn, hablando con repentina firmesa.
  Tessa le sonrió a Jocelyn, viéndose sorprendida pero complacida, y esta le sonrió a su hija. Magnus vio la determinación en su cara. Valentine había querido aplastar al mundo como el brujo lo conocía.
  Pero, en su lugar  esta mujer había ayudado a aplastarlo a él, y ahora miraba a su hija como si fuera a hacer otro mundo, brillante y completamente nuevo, sólo para Clary, así ella nunca tuviera que ser tocada por nada de la oscuridad del pasado. Magnus sabía lo que era querer olvidar tanto como Jocelyn lo hacía, conocía la apasionada urgencia protectora que venía con el amor.
  Tal vez ninguno de los niños de la nueva generación –ni esta pequeña pelirroja terca, ni los medio-hada Helen y Mark blackthorn en el Instituto de Los Angeles, ni soqioera incluso los hijos de Maryse Lightwood creciendo en Nueva York, lejos de la Ciudad de Cristal –tendrían que aprender la íntegra verdad sobre la fealdad del pasado.
  Jocelyn acarició la cara de su pequeña niña, y todos miraron como la bebé sonreía, iluminada por el mero placer de vivir. Ella en sí misma era una historia, dulce y llena de esperanza, recién comenzando.

-Jocelyn y Clary Fray, -Dijo Magnus. –Un gusto conocerlas.

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